Uno de los mantenimientos más habituales que requieren los barcos es la aplicación de antiincrustantes (patente, antifouling,…) adecuados para el casco y el tipo de agua en que se desarrolla la navegación. Los antiincrustantes básicamente evitan que los organismos se adhieran a la obra viva del casco. De esta manera se ayuda a reducir la fricción con el agua, permitiendo alcanzar la velocidad deseada consumiendo menos combustible. A fin de cuentas el mantenimiento del casco con un buen antiincrustante se traduce en ahorro, además de protección del medio marino.
Escoger la pintura antifouling adecuada
A todos los barcos no les afecta por igual el problema del biofilm, la capa orgánica de microorganismos que cubre la obra viva. Hay estudios que apuntan a que hasta 1700 especies son susceptibles de habitar en el casco de un buque (los fabricantes llegan a señalar 4000 especies de microorganismos), por lo que escoger el antiincrustante adecuado depende de varios factores. De entrada hay que tener en cuenta la calidad del agua, la temperatura… La presencia de desagües por donde se descarguen vertidos al mar suele conllevar un gran incremento de microorganismos en las aguas. Además hay que considerar ríos próximos y el medio ambiente marino de la zona de navegación, y especialmente de la zona de amarre.
Pero además hay que considerar si el antiincrustante elegido es compatible con el casco, especialmente cuando el material de construcción es fibra de vidrio. Para ello hay que valorar los consejos del fabricante y consultar la tabla de compatibilidades que suministra.
Tipos de antiincrustantes
La tecnología ha permitido dejar atrás las pinturas antifouling TBT, prohibidas por su contenido en metales pesados y sustancias venenosas para la vida. Ahora se apuesta por soluciones respetuosas con el medio ambiente. Dentro de la gama se pueden identificar tres tipos principales: los biocidas, los autolimpiantes y las soluciones de última tecnología.
Los antiincrustantes biocidas incluyen en la pintura un agente antibiótico autorizado por la administración. Puede ser que se disuelva poco a poco al entrar en contacto con el agua o bien por deterioro de las sucesivas capas del agente.
Para quienes huyen de las soluciones biológicas están los antiincrustantes autolimpiables. Su composición fundamental es silicona y materiales similares que hacen imposible el agarre de los microorganismos al casco. Hay que tener en cuenta que una capa de microorganismos adherida a la obra viva de un casco puede suponer gastar un 10% más de combustible para alcanzar la misma velocidad que si no tuviera el biofilm, lo que supone contribuir innecesariamente a la emisión de dióxido de carbono y partículas presentes en los combustibles (excepto en el GNL).
La alternativa a estas dos versiones llega de la mano de la tecnología más avanzada y la que más sorpresas está aportando: la nanotecnología. Algunos fabricantes están apostando por pinturas que crean nanotubos de carbono sobre la superficie del casco, evitando la presencia de microorganismos. Otros se han fijado en la electricidad como solución, ideando un sistema de pinturas por las que circulan pequeñas descargas eléctricas. Y luego están los laboratorios que se fijan en la naturaleza para aportar las soluciones más eficaces, como las empresas que están reproduciendo el tacto de las escamas de delfines y escualos con pinturas que crean una “piel escamosa” al barco.
Soluciones para todos los gustos y todos los precios, pero siempre con la vista puesta en la protección del medio ambiente marino.
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