Navegar con mal tiempo

Tarde o temprano todos los marinos nos encontramos con un temporal. Una situación del todo indeseable, pero que en ocasiones es inevitable. Lo ideal antes de zarpar para emprender la aventura marinera es cerciorarnos del estado de la mar, la previsión meteorológica y pertrechar el barco para una situación de peligro. Como dice el refrán «piensa mal y acertarás».

First Figaro

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En el mar nuestra única valía es el barco, la tripulación y nuestra habilidad como marinos. Por lo que es importante conocer las maniobras que se pueden realizar cuando nos vemos obligados a navegar a vela con mal tiempo.

Velas para navegar con mal tiempo

Un error común entre los marinos que nos hacemos a la mar con mal tiempo es no contar con velas apropiadas. Cuando el viento arrecia lo habitual es reducir la superficie vélica que se expone. Sin embargo, la forma de hacerlo no siempre es apropiada.

Hay ocasiones en que se utiliza la génova enrollada parcialmente, de forma que solo la punta se expone el viento. Pero esto conlleva un problema. El centro vélico queda alto y a proa, lo que produce un fuerte par escorante y movimientos violentos. Para evitar esto se debe utilizar un tormentín.

El tormentín es un foque pequeño de gran resistencia, confeccionado para soportar fuertes rachas de viento. Además su disposición, cerca de la cubierta y el mástil, permite acercar el centro vélico al centro de gravedad de la embarcación. De este modo el par escorante se reduce y los movimientos son más livianos, ganándose en gobierno.

Otra vela muy útil cuando nos enfrentamos a fuerte viento es la mayor de capa. Es preferible a la vela mayor, aunque se le tomen rizos, porque ofrece una gran resistencia a la rotura. Se enverga en el mástil dejando libre el pujamen. Lo que se hace es trincar fuertemente la botavara y llevar el pujamen a sotavento o barlovento según las necesidades de la embarcación. No obstante, hay compañeros que prefieren gobernarla con el pujamen solidario a la botavara.

Maniobras de navegación con mal tiempo

La premisa más importante en la mar es la seguridad. Partiendo de aquí se ha de evitar cualquier derrota que nos lleve a atravesar un temporal. No obstante, puede ocurrir que la interacción atmosférica nos juegue una mala pasada y el equilibrio previsto se rompa, dando lugar a una tormenta inesperada.

Existen dos formas de enfrentarnos a un temporal: cogerlo por la proa o por la popa. Lo que se conoce como capear o correr un temporal, respectivamente. Ambas maniobras son un mal menor al hecho de navegar con mal tiempo, ofreciendo características diferentes que habrá que valorar, conocido el barco y las aguas en las que nos encontramos.

Capear a vela

Para capear un temporal a vela se toman rizos a la mayor y se utiliza un foque. Siendo preferible el uso de las velas tormentín y mayor de capa.
El tormentín se caza a la banda de barlovento. Mientras que la mayor se lleva a la línea de crujía. La caña del timón se pone a la vía y desde allí a sotavento, hasta encontrar el ángulo que nos permita marcar el viento y la mar casi por la proa. Tormentín y timón deben quedar en equilibrio, mientras que es la mayor la que proporciona la arrancada.

Al capear a vela el avance del barco es mínimo, cuando no nulo. Provocándose un movimiento de cabeceo constante, que por otra parte es mejor que el de balance. Para evitar estos balances se ha de ofrecer mayor francobordo por la cara de barlovento, facilitando además la evacuación del agua por los imbornales de sotavento.

Correr el temporal

Huir es de cobardes, pero en algunos casos es la maniobra más segura para afrontar una situación de mala mar. Es lo que se hace cuando se corre un temporal. Buscamos que el viento y el mar marquen por la popa. Una maniobra del todo recomendable en grandes veleros dotados de aparejos de vela cuadra, puesto que es su forma óptima de navegar.

Para correr un temporal la virtud está en navegar a la velocidad adecuada. Si la nave toma mucha arrancada, podría pasar que se adelantase a las olas, debiendo bajar alguna y corriendo el riesgo de pasarse por ojo. Por otro lado una velocidad más lenta de la adecuada permitirá que el oleaje alcance al barco, dificultando enormemente el gobierno.

Para alcanzar la velocidad idónea existen dos métodos: capear por libre y capear con estachas.

Al capear por libre no se opone resistencia al avance del barco, sino que se permite que se adecue la velocidad al impulso del viento y mar. Puede interesar entonces utilizar el foque para ganar un poco de velocidad, en forma que el viento aparente se reduce y se navega al compás del oleaje.

Por contra capear con estachas supone reducir la velocidad. Para ello se largan cabos por popa o anclas de capa, que favorecen que la nave se frene. Siempre buscando la velocidad más adecuada en sincronización con las olas.

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