Viaje nostálgico al pasado en el Garraf

Ubicado entre Port Ginesta y Aiguadolç, el Garraf es una pequeña población costera que dista sólo 25 kilómetros de Barcelona. El puerto deportivo queda recogido al pie de la montaña y estratégicamente situado entre la capital catalana y la Costa Dorada. Su club náutico ofrece una amplia oferta para la práctica de deportes náuticos, entre otros.

El puerto del Garraf es centenario. Se construyó en 1901 para dar cabida a las embarcaciones que transportaban la piedra del Garraf que se utilizaba para la construcción del puerto de Barcelona; el transporte por mar era fácil y barato. Además de la actividad comercial de la piedra, el puerto también acogió algunas familias de pescadores.

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El puerto fue creciendo y en 1926 fue declarado “puerto de refugio”, pero los temporales lo llenaron de arena y el espigón de levante fue destruido. Con la creación del club náutico, en 1966, se hicieron obras de adecuación y dragado de la bocana, y posteriormente ampliado. El puerto nuevo se construyó en 1989.

Hoy se trata de un puerto que ofrece todos los servicios que la náutica deportiva precisa, con amarres de seis a 20 metros de eslora, varadero, talleres de mantenimiento y travelift, entre otros. Cuenta también con piscina, gimnasio, servicio de fisioterapia y actividades deportivas (vela ligera, kayak, submarinismo, padel).

Además, está inmerso en el Parque Natural del Garraf. Así, para los amantes de la montaña, se trata de un buen puerto base para hacer excursiones.

Pero la principal atracción del Garraf son las casitas de la playa, que nos permiten dar un nostálgico salto en el tiempo. Construidas de madera y pintadas de blanco y verde, rodean la media luna de la playa, de una longitud de unos 380 metros de arena fina y algunas piedras.

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En los años veinte, eran barracas que levantaron los primeros veraneantes para pasar las noches estivales. Estaban plantadas directamente sobre la arena y quedaron destruidas tras algunos temporales. Pocos años después, se edificaron de nuevo en madera y sobre pilares, y en los años cuarenta las 33 casitas se pintaron con los colores actuales, blanco y verde inglés, aunque el modelo original inglés suele ser de colores variados y vivos. Por su interés histórico y turístico, la Generalitat las ha declarado bien del patrimonio.

Accesibles en tren desde Barcelona, merecen una excursión para conocerlas. Aunque lo mejor siempre será llegar desde el mar.

 

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