Se van a cumplir 29 años del suceso.
En junio-julio de 1984 ocurrió uno de las desapariciones más sorprendentes de la flota pesquera española del último siglo.
Año tras año cuando llegan estas fechas su recordatorio me sigue causando inquietud, quizás por haber vivido directamente todo el seguimiento vía radio que se hizo de la búsqueda, junto con otros compañeros formábamos parte del personal de las estaciones costeras que en aquellos años eran el puntal de la coordinación de emergencias y socorros de todo la costa española.
Salvamento Marítimo estaba en su génesis y no disponía de los medios actuales, España realmente no tenía un verdadero servicio como era el caso del Reino Unido y resto de países europeo, habiendo más voluntarismo que disposiciones legales y menos aún infraestructuras de salvamento, salvo la escucha de radio que si disponía de buen equipamiento, además la coordinación que a veces devenía en descoordinación institucional evidente era muy poco eficaz y con medios de ayuda precarios.
El buque «Montrove», pesquero congelador gallego, con un rol de 17 tripulantes, puso rumbo para faenar durante unos 60 días al sur de Cabo Blanco, en el banco canario-sahariano donde la densidad de buques arrastrando redes por milla cuadrada es enorme dada la abundancia de todo tipo de pesca de ese caladero, detalle muy significativo para lo que sobrevino.
Desapareció sin dar la más mínima señal de alarma, socorro o emergencia, ni por la radio, ni visualmente. Nadie vio nada extraño ni alarmante, ni en la cercanías ni en lontananza, ni aparejado a otro, ni maniobrando ……nada……
Durante muchos meses después de la denuncia de desaparición se estuvo radiando por todas las estaciones costeras de nuestro servicio marítimo un aviso a los navegantes con los detalles del pesquero, salieron helicópteros y aviones de avistamiento, se informó a la O.T.A.N. y al A.M.V.E.R. americano ……nada……..
Nadie reportó información al respecto, no aparecieron los restos que siempre vuelven a flote cuando hay un naufragio, no se encontró ningún cadáver, balsa, radiobaliza, derrelicto…….nada….
La desesperación de las familias de los diecisiete tripulantes se acrecentó con el bombardeo mediático que hubo durante todo el tiempo de búsqueda, añadiendo todo tipo de especulaciones, unas con más base que otras, pero todas generando mayor zozobra e inquietud que la propia que conlleva el dolor de pérdidas humanas.
Se habló incluso del secuestro del buque por parte del Frente Polisario y la retención en el desierto de la tripulación. Se llevaron a cabo diferentes líneas de investigación policial y de inteligencia.
Se comentó que al “Montrove” lo habían avistado en la costa argelina, fuera completamente del rumbo y travesía que debía hacer desde Galicia hasta Canarias.
Se dijo que estaba por la costa argelina ya que en realidad se dedicaba al contrabando.
Tantas cosas se dijeron, casi todas injustas y desgarradoras para los que lloraban su ausencia y se movían entre el dolor y la ansiedad de la duda y la espera.
También se dijo, con mucha razón y muy buen tino, aunque esto no alcanzo a entenderlo, no aparecía nunca en los medios informativos, como si la noticia en sí no tuviera morbo y hubiera que añadirle más misterio, que en la mar, a veces, los barcos se pasan por ojo al entrar en sincronía con el oleaje, que los succiona el mar como si fuera un gran sumidero, a veces también porque están mal estibados, o por una mala maniobra.
La Administración no ha cerrado el caso, La DGMM no ha borrado de sus listas al pesquero. Aunque ya casi todo el mundo cree que el barco tuvo un accidente y desapareció, las especulaciones sobre contrabando, grupos armados y fuerzas paranormales quedan para programas televisivos de poca seriedad y menor credibilidad.
Para aumentar la inquietud de la flota pesquera, al poco tiempo, un mes escaso, el pesquero congelador onubense «Islamar Tercero» desapareció con 26 tripulantes a bordo. Pero en esta emergencia todo se aclaró a los pocos días.
En otra entrega se explicará que significa técnicamente pasarse por ojo un barco, accidente más habitual de lo que debiera ser.
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