Nuevas rutas de navegación abiertas por el deshielo ártico

El cambio climático es una realidad, más que nos pese. En los últimos años la banquisa Ártica (capa de hielo en torno al Polo norte) se ha venido contrayendo a un ritmo alarmante. Considerando que la superficie atribuible al océano Ártico es de 14 millones de kilómetros cuadrados (similar al territorio canadiense) y que esta está cubierta de hielo casi en su totalidad, especialmente en el invierno, los datos apuntan a que la superficie helada se ha reducido drásticamente en los últimos años.

Océano Ártico

Deshielo de la banquisa Ártica

El mes de septiembre marca el momento de medir la superficie del hielo, para considerar el área mínima tras las pérdidas del verano. En 1979 se iniciaron las mediciones gracias a las imágenes aportadas por satélites. Entonces la banquisa Ártica ocupaba 8 millones de kilómetros en verano. Una cifra que se mantuvo más o menos estable hasta el año 2000, aunque destacando una pérdida paulatina. El alba del tercer milenio supuso entrar en una crisis mayúscula de pérdida de hielo alcanzando en 2007 un alarmante mínimo histórico de 4,2 millones de kilómetros cuadrados de hielo. Cinco años después el dato fue aún más reducido con 3,4 millones de kilómetros, habiendo una mínima recuperación en 2013 durante la última medición, que arrojó un dato de 5,1 millones de kilómetros cuadrados de hielo. Lo que da una gráfica de dientes de sierra con una clara tendencia a la disminución.

La capa de hielo ártico contribuye a disminuir el calentamiento del planeta, cuya temperatura se ha incrementado en 0,8 ºC en los últimos años según el Panel Intergubernamental del Cambio Climático. La radiación solar se refleja en la superficie del hielo haciendo un efecto espejo y remitiéndola al exterior, por lo que la eliminación de la banquisa permite que esa radiación llegue al mar, provocando un mayor calentamiento. Como consecuencia los estudios más conservadores apuntan a que en el verano de 2030 el Ártico carecerá de hielo, siendo un mar totalmente abierto.

Nuevas rutas de navegación

La ausencia de la banquisa Ártica, o al menos su reducción, ha abierto nuevas rutas de navegación por el océano Ártico, además de permitir la explotación de recursos naturales, tanto pesqueros como minerales y petroleros. No sin dejar de generar controversias sobre las aguas jurisdiccionales de los países afectados, especialmente Canadá (con dieciocho mil islas influidas por el océano Ártico, conformando miles de estrechos) y Rusia (cuyo gobierno ha visto el filón y está permitiendo el paso por sus aguas siempre que se cuente con su permiso y atendiendo a sus normas: prácticos, servicio de acompañamiento con rompehielos…).

La ruta canadiense o Paso del Noroeste (desde el estrecho de Davis al estrecho de Bering) constituye una de las nuevas derrotas que se pretenden explotar. La presencia de miles de islas y su proximidad hace que el hielo permanezca más tiempo bloqueando los estrechos, sumado a las reticencias de Canadá a permitir el paso, al considerar que la mayor parte de estas aguas tienen la categoría de interiores según el Convenio del Derecho del Mar (artículo relacionado: Las aguas de Gibraltar). Otra cuestión a salvar es la nula presencia de puertos de refugio en esta zona, aunque bien es sabido que no es una gran dificultad. La utilización del Paso del Noroeste permitirá reducir en un 20% la distancia y en 8 días las singladuras, respecto al paso alternativo por el canal de Panamá.

La compañía armadora del Nordic Orion, un carguero de casco reforzado para hielos que realizó la ruta en el verano de 2013, aseguró que ahorraron cuatro días de viaje y pudieron cargar quince mil toneladas más que si hubieran pasado por el canal de Panamá, limitado en calado. El ahorro para la naviera fue de cuatrocientos mil dólares.

El Paso del Noreste o ruta siberiana es otra de las derrotas de interés que queda abierta tras el deshielo ártico. Su utilización implica pasar por aguas reclamadas por Rusia, aunque Moscú ha tendido la mano a los armadores ofreciendo colaboración, eso sí, bajo su criterio los barcos han de contar con práctico y/o remolcadores rompehielos. Lo que no evita que el centro de atención esté más en la riqueza del océano Ártico y bajo sus aguas que en la ruta marítima. Esta derrota permite unir el puerto de Róterdam con el japonés de Yokohama (una de las rutas más habituales) evitando la navegación por el canal de Suez (y el riesgo de sufrir una emboscada pirata). Además de abrir a la navegación los canales fluviales rusos que desembocan en el océano Ártico.

El ahorro del Paso del Noreste es aún mayor que en la ruta canadiense. La distancia se reduce en un 40% y 20 días de navegación para un viaje entre el puerto de Hamburgo a Tokio.

El futuro del océano Ártico

Con la confirmación hace unas semanas por parte de Greenpeace y otras organizaciones ecologistas de que el deshielo es imparable el océano Ártico se sitúa en el punto de mira. Según las estimaciones las rutas árticas serán una alternativa para barcos sin casco rompehielos antes de 2040, teniendo como ventaja no solo la reducción de costes, sino evitar las zonas en las que el riesgo de ser abordados por piratas hace encarecer los fletes, por la seguridad adicional a bordo y desvíos de derrota.

Más información: Revista General de la Marina

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