Cuando todo está perdido

Soñé que navegaba en solitario; hay deferencia entre navegar sólo y en solitario, son obvios los argumentos sobre ello aunque la mayoría de las veces, mental e inconscientemente nos equivoquemos.

Cuando navegas en solitario debes calcular muy bien los sueños y las vigilias.

Cualquier error te puede llevar al desastre.

Cuando duermes debes hacerlo en modo “duermevela”, es muy importante.

Cuando estás despierto debes estar en modo subyacente, es decir, nunca tienes que hacer cualquiera de las dos cosas de forma integral, al fin y al cabo navegar es mecánica pura, salvo cuando vienen mal dadas y de eso es lo que tratamos, por lo que la pescadilla se muerde la cola y si hay que sufrir se sufre y si no…. qué suerte.

En caso contario te pasará como en el sueño, abordarás a un contenedor a la deriva, en cualquier mar, en cualquier océano, si, si, parece asombroso pero es más habitual de lo común hoy en día.

¡Zas! Golpe seco, movimiento de vaivén, meneo inesperado y zozobra inicial ante lo ocurrido.

De repente, sin haber salido aún de la sorpresa, te preguntas ¿una ballena? – es lo primero que se te viene a la mente –   la culpa, Melville y sus monstruos.

¡No!

Un contenedor de 20 o 40 pies, da lo mismo, flotando, sin gobierno, te ha abierto una vía de agua por lo que tu despertar es incapaz de valorar el peligro de principio.

Eres tan mayor, tan viejo, que tu cara ya no refleja las sorpresas y consecuencias del peligro.

La verdad es que la teatralidad no tiene presentación digna en esos momentos, la cruda realidad en soledad jamás se reflejará visualmente, además estás sólo; de que vale la comunicación no verbal si nadie te está viendo.

Acto seguido haces lo que debes, por supuesto, valoras los daños, la causa y las consecuencias.

Con parsimonia y casi, casi, lentitud, de viejo obviamente, respondes a cada eventualidad; impecable, profesionalmente, de manera didáctica incluso.

No te sorprende nada, es como un mal frenazo en un semáforo de cambio de colores veloz, actúas para solucionar el “marrón” que te ha venido de forma inopinada.

¿Os suena el sueño?

¿O el sueño no es sueño y es cruda realidad de navegante?

Para quien ha navegado es absolutamente creíble, está dentro del propio devenir de la navegación actual, y si navegas en solitario más aún.

La película “Cuando todo está perdido”, en versión original “All is lost” con Robert Redford como único actor, septuagenario; no habla, no gesticula, abocado a su destino, que nadie conoce, como tampoco su origen, da lo mismo para el guión de la película.

Silencio, silencio, duele el silencio, si, si, el silencio es insoportablemente doloroso; que se lo digan a quien lo ha padecido de forma obligada.

De manera voluntaria es creador, acogedor, incluso místico, agradable, pero te dicen ¡machiño! sólo sentirás los ruidos naturales de tu entorno y entonces verás…..

¡Te cagas! o casi. Perdón por la palabra pero son muy elocuentes.

Los que lo han sentido son unánimes en sus opiniones.

El silencio, ……..a secas, rompe, quiebra y ……..hace delirar.

El silencio es horror en su pura esencia; eso del silencio cósmico, tan poético, tan bello, dialécticamente descrito, no vale para un navegante en solitario cuando se encuentra al pairo y a sus contingencias.

Más bien no vale para los que ven la película, pero bueno….

Es pura retórica de poeta menesteroso.

Aunque este relato ha comenzado como un sueño recurrente, hablo de la película.

En el inicio, una voz en off nos habla de arrepentimiento, de desesperación, de alguien que ha dejado grabado un mensaje de despedida ante la falta de futuro y de opciones de salvamento.

La música de la película es aterradora, monocorde, reiterativa, acrecienta la soledad y la ansiedad en las pocas ocasiones en las que asoma por encima de las escenas.

Entrando en detalles de índole técnico para maniobrar el abordaje y la reparación de la vía de agua del principio de la película, los cuales son de libro; la tranquilidad que muestra el actor ante las contingencias sobrevenidas y venideras es excepcional y fruto de la sapiencia de alguien encallecido en esas lides.

No sigo explicando más detalles del guión para que quien quiera verla soporte las sorpresas con el natural estoicismo de quien se ha embarcado en ese tipo de navegación.

La desesperación siempre llega, aunque sea en un mero alarido y expresión obscena ante la impotencia a la que te abocan los elementos.

Si hay que poner una pega es a la infantilidad y simpleza, que no sencillez, a la hora de calcular con el sextante la meridiana. Ahí el guión se inmola pero se le perdona el fallo aunque sea garrafal en un film que pretende lo máximo.

Es muy difícil describir el estado de ánimo de un navegante en solitario, sobretodo en el campo de los inconvenientes. Labor ardua de guionista y precursor.

La susceptibilidad y las emociones quedan en un segundo plano ante las adversidades.

Las sensaciones abruman y con toda seguridad, desde la percepción de una sentada en plácida butaca, crean desidia y displicencia, pero puede que al revés, generen mayor sensibilidad y empatía, depende de la cara y cruz de nuestra visión de la película.

“Navegas” junto a él en las adversidades y son muchas las que tienes, todas las posibles en años de navegación que se juntan en hora y media de película o por el contrario puede que te quedas dormido plácidamente viendo algo que no va contigo.

La película se perderá sin embargo como una originalidad; flor de un día, pensamiento fugaz y delirante, ni siquiera cinematográficamente medrará.

Las criticas insidiosas, las insinuaciones malévolas siempre malinterpretarán la bondad de las intenciones de alguien que desea evocar contingencias de solitario tenaz.

Pocos se atreven para llevar a cabo en el cine algo tan arriesgado.

Los críticos son muy “críticos”, léase negativos con ese tipo de acciones valientes.

En realidad es la osadía de quebrar “la introversión de un solitario” y para eso los críticos no están preparados y deberían en su humildad al menos manifestarlo,

¡¡¡¡Oh!!!!

Quien se atreve a molestar aquello que se hace casi como si fuera un onanismo náutico.

Pero ante la valentía de no hablar, no gesticular, no manifestar, está la opción de actuar equivocándose o “cincuenta, cincuenta” y sin ninguna mamá que te acune eliges, o no hacerlo o tirar por la directa, que es a lo que se ha atrevido el director.

Lo triste es que al barco de Robert Redford, que se me ha olvidado el nombre y realmente de lo mismo a los efectos del guión, no volverá, se hundió, igual que el “Spray” de Josua Slocum, propietario, patrón y relator de una de las mayores epopeyas náuticas escritas y vividas.

Sus amigos decían: “El Spray volverá”.

No volvió.

Tampoco Slocum.

Ambos desaparecieron, uno y otro no pudieron ser homenajeados.

Como el barco de R.R.

Pero él aparentemente cogió la mano que le salvó.

Volviendo a Slocum, indirectamente la película me recuerda siempre a él, maravilloso personaje, perfecto marino, excelente persona, al cual rindo homenaje y siempre estará presente en mi pensamiento cuando veo películas de locuelos, él no regresó de su viaje al Río Negro.

Me encanta su forma de encarar la muerte.

………olvidándose de la vida.

Es la valentía en su gran esencia, lo que nos falta al común de los mortales que nos movemos en la mezquindad de la reencarnación o la transcendencia.

Así y todo se quedó con la impronta de Humboldt.

Merece ver la película. R.R. está inmejorable, no habla, que bien, a veces se es más elocuente, sobretodo de mayor.

Sobre la competencia marinera hablaremos otro día.

De eso no trata la película. Y yo menos, pobre marinerito, perdido en las marismas jubiladas.

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